
Hay algo en el mar negro de Coney Island, en las gaviotas inmensas que te miran desafiantes a la orilla de la playa.
En las piedras negras que se acumulan en la arena, las conchas gigantes, las algas, el olor a sal, a yodo, las olas silenciosas. Los pescadores a lo lejos que esperan pacientemente a que los peces caigan en su trampa fumándose un cigarro, la pequeña abuelita china que hace tai chi en el muelle, los trabajadores que reparan los maderos.
En la noria gigante, en las sonrisas de los niños al ver las atracciones, en los perritos calientes con patatas fritas y ketchup. En los "corn dogs" cuando se acaban y solo te queda el palito.
Hay algo que me llama para que vuelva, para que me congele de nuevo paseando por la orilla mientras busco las huellas de los pájaros, que vuelva a pisar los charcos congelados en la arena de la playa, que me quede mirando al horizonte escuchando el grito de un amo que llama a su perro.